19 jul 2011

“Nada de nosotros, sin nosotros”

por Gabriela Rosell
Lic. en Educ. Especial - Esp. en Estimulación Temprana
grosell@unsl.edu.ar

En reiteradas ocasiones, la gente encuentra dificultad para referirse a las personas con discapacidad, sienten temor de ser ofensivos o de herir sus sentimientos o a sus familiares. Es así que buscan una y mil maneras de “suavizar” la terminología por medio de eufemismos (personitas especiales, personas con capacidades diferentes, entre otras). La respuesta fácil o cómoda que suele surgir ante la incertidumbre de cómo llamarlos, suele ser “no importa el nombre que esté de moda, cambiamos el nombre pero seguimos haciendo lo mismo”. Sin embargo aunque sea más complejo, trataré de aportar o echar luz a este asunto.
Todos sabemos que las denominaciones que históricamente se han construido para nombrar a la discapacidad, con el tiempo terminan siendo utilizadas como insultos: Idiota, imbécil, tarado e inválido (entre otros), estos fueron en su momento términos de la ciencia, surgidos en un contexto histórico determinado y funcional a la época, no obstante con los años, comenzaron a utilizarse como mofas o agravios.
Según la Declaración de los Derechos del Niño (1959) y la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), todos tenemos derecho a un nombre. Este nombre no debería ser reemplazado por ninguna condición de la persona, esto quiere decir, que Cristina, no es una PC, es Cristina; Carlos, no es un X frágil, es Carlos; Esteban no es un TGD, es Esteban, Aníbal no es un Down, es Aníbal. Para fundamentarlo, es bueno saber que la normativa nacional e internacional, los avances de la ciencia y todo ámbito formal o académico utiliza la denominación “Persona con Discapacidad”, pero lo que le da contundencia a la cuestión, es que las personas con discapacidad han decidido que se las denomine de esta manera, ¿Cuándo? Durante la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y su protocolo facultativo, de la Asamblea General de Naciones Unidas, el día 13 de diciembre de 2006. Allí fue cuando a partir del principio de participación plena, discutieron junto a académicos, políticos, científicos, familias, ONG, y gobiernos los temas que les son propios. “Nada de nosotros, sin nosotros” fue el lema de dicha Convención que ya es ley en la Argentina (Ley Nacional N° 26.378/2008).
Entonces, si de respeto hablamos, aprendamos a escuchar lo que tienen para decirnos, respetemos, entre otras cosas, la manera en que quieren que nos refiramos a ellos.